viernes, 21 de octubre de 2011

Papá tiene poderes

Maridaje musical: "Tears in heaven" (Eric Clapton) enlace youtube



Sin duda alguna mi papá tiene poderes. Parece ser que es cosa de familia. Yo al principio no le creía, pero cada día me demuestra su extraordinario potencial. La primera vez que se abrió la puerta del supermercado al acercarnos, pensé que había sido una casualidad. Desde entonces voy siempre con él a hacer las compras y cuando estamos a escasos pasos de la entrada, ambas hojas de vidrio se deslizan hacia los lados en un acto de sumisión que nos da la bienvenida. También voy con él al banco y sucede algo similar. En este caso el vestíbulo se parece a uno de esos tiovivos giratorios en los que me encaramo cada vez que tengo oportunidad. De nuevo al aproximarnos, el mecanismo se pone en marcha y gira a nuestro ritmo depositándonos dentro de la entidad bancaria. En casa, mi papá también muestra sus cualidades de superhéroe:  Apaga su despertador cada mañana con una palmada y a menudo jugamos a cambiar el canal de la televisión mentalmente... Yo nunca lo consigo pero él sin embargo es infalible. Nuestro coche no se pone en marcha como el de mis amigos, sino que es mi padre quien lo arranca acariciándolo en las proximidades del volante. En los viajes no tiene necesidad de tocar la palanca de cambios para que ésta se mueva a la marcha que corresponda en cada caso. Además  cuando el vehículo está cerrado, simplemente poniendo las yemas de los dedos en la manilla, la puerta se abre obedeciendo de manera inmediata los deseos de su dueño. Innumerables veces lo he intentado hacer yo sin tener ningún éxito en la maniobra. Cuando le pregunto cómo lo hace, me contesta sonriendo que es cosa de familia y que su especialidad son las puertas y en general los mecanismos electrónicos. “¿Cómo es que entonces yo no tengo poderes?”,  le he insistido y él me ha dicho que soy demasiado pequeño. Ningún niño de 6 años ha experimentado poderes en la familia. Cuando éstos lleguen me daré cuenta.

    Pasado mañana es mi cumpleaños y hoy me siento un poco diferente. Sobre todo desde que encontré debajo de la cama un paquete que contenía una especie de chándal de una pieza de color azul con una gran "S" en el pecho, acompañado de una capa roja. Es la misma vestimenta que llevaba el protagonista de la película que vimos la semana pasada en el cine y que tanto me gustó. Ahora ya sé cuáles son mis poderes y voy a darle una gran sorpresa a mi padre. Me he puesto el traje y he salido al balcón de mi casa, aprovechando que mamá está haciendo la comida. En cuanto vea aparecer a papá me lanzaré raudo hacia él y volaré justo hasta su lado para recibirle. ¡Qué gran alegría se va a llevar!  Precisamente ahora aparece por la esquina….

martes, 18 de octubre de 2011

5 de Septiembre de 1793


Maridaje musical: "Requiem in D menor K626: V Rex tremendae" (Mozart) enlace youtube



Llevo más de un minuto en esta incómoda postura, lo que me produce una especie de entumecimiento corporal general que se ve exponencialmente incrementado segundo a segundo debido a mi estado de extrema ansiedad. Mis rodillas están en contacto con la piedra; mis glúteos descansan sobre los talones y me encuentro además con la espalda encorvada para poder apoyar mi cabeza. El hecho de tener las manos hacia atrás me crea un dolor pertinaz en mis flácidos abdominales. Con el objetivo de evadirme, me concentro en el creciente silbido, como de una incipiente y suave brisa, que percibo por encima de mí. Noto de manera súbita la esperada caricia metálica que me hace caer hacia adelante. A pesar de iniciar el acto reflejo de apoyarme para evitar el duro golpe en mi cara, los brazos y manos no responden a mi mandato y doy con la testa en el fondo de un balde de recia madera. La sangre inunda mis ojos. Una sangre propia que me llueve de afuera. El torrente es intenso y temo ahogarme. Trato de gritar pidiendo auxilio, pero aunque mis labios dibujan con exactitud las siluetas de las palabras que pretendo emitir, los fonemas que debieran acompañarlas no acuden a la cita. Una mano extraña me agarra del pelo y me saca del pequeño pozo en el que me encuentro. Me noto ligero, como si levitase. Suspendido de mis propios cabellos, mi última visión es la de una multitud exaltada que parece vitorearme.

sábado, 15 de octubre de 2011

La nueva inquilina II (el otro lado)

Maridaje musical: "Tubular bells" (Mike Olfield) enlace youtube



Leyó el anuncio en el periódico una mañana, mientras se tomaba un café con una tostada y un zumo de naranja. Siguiendo el procedimiento habitual, apuntó el número de teléfono y a media tarde se puso en contacto con la propietaria de la vivienda. Su endiablada búsqueda se estaba demorando más tiempo del inicialmente previsto, pues llevaba ya casi veinte años seleccionando escrupulosamente y respondiendo a ofertas de alquiler de habitación, con el objetivo de dar caza al mayor depredador con el que jamás se había enfrentado. Hasta el momento todos los acechos habían resultado estériles, por lo que después de una corta estancia de no más de una semana en la que realizaba pruebas cuidadosamente diseñadas, rescindía su contrato con una disculpa de viaje imprevisto. En este caso la impresión inicial no fue muy distinta a la de ocasiones anteriores. La señora parecía encantadora. De todas formas continuó con el acostumbrado ritual, que se había iniciado en el mismo portal del edificio al aplicarse unas gotas de agua bendita detrás de las orejas y en el cuello,  a pesar de que no observó reacciones repulsivas en el primer encuentro. Sabía perfectamente la magnitud del enemigo al que podría estar enfrentándose y no convenía bajar la guardia ni un sólo instante. Tras la finalización de la primera fase  de pruebas e investigaciones no descubrió indicios claros de que se encontrase ante el demoníaco ser que perseguía desde tanto tiempo atrás. Normalmente éste era el momento de abandonar,  pero algo en su interior le aconsejaba pasar a la siguiente fase. La decisión era crucial, ya que iniciar una nueva etapa suponía el comienzo de un proceso irreversible que debía concluir necesariamente con el exterminio del sujeto estudiado. Sólo en dos ocasiones había traspasado este umbral y en ambos casos no tuvo más remedio que matar a un inocente, lo que pesaba enormemente en su conciencia. Considerando pros y contras determinó continuar con su implacable asedio. Aumentó las dosis de agua bendita en todo su cuerpo, pulverizando con ella incluso toda la casa; se tatuó mágicas palabras en el antebrazo y ejecutó los hechizos nocturnos con extrema precisión. A veces creía ver en su anfitriona rictus delatores de sufrimiento, pero no estaba segura de si eran reales o más bien fruto de su ansiedad por poner fin a la agotadora búsqueda.

             Era su última noche en la casa. Al día siguiente tendría que volver a sacrificar a alguien inocente, pero para ello era obligado desactivar previamente todas las medidas y conjuros puestos en marcha. Eso significaba desprotección total  y podría causarle fatales consecuencias en caso de que sus conclusiones sobre el estudio realizado fuesen erróneas. Una vez que cumplió con ese requisito previo, preparó su exiguo equipaje y, desolada, se metió en la cama. Se sentía muy cansada y le abordaban deseos de abandonar esa eterna cacería en la que sólo abatía piezas equivocadas, sin saber si la anhelada presa existía en realidad. En un arrebato irracional decidió que no estaba dispuesta a cometer de nuevo un asesinato gratuito y puso en marcha la cuenta atrás para el inicio de un presumiblemente largo y merecido descanso, al ingerir la pócima reservada para situaciones límite. Como consecuencia de su acción no despertaría para terminar su tarea, pues entraría en un periodo de hibernación en el que sería dada por muerta aunque su corazón continuase latiendo de forma imperceptible. Dicho periodo no finalizaría hasta que su incorruptible órgano vital quedase expuesto, lo que previsiblemente sucedería una vez completada la destrucción de su cuerpo y tras la exhumación de sus restos, seguramente dentro de muchos años. A partir de ese momento podría introducirse en un nuevo cuerpo, inmolando a su propietario, para continuar con su inexorable persecución.

jueves, 13 de octubre de 2011

La nueva inquilina

Maridaje musical: "Tubular bells" (Mike Oldfield) enlace youtube



Desde el momento en que la vio traspasar el umbral de su casa, supo que no era como las anteriores. Poseía un halo enigmático y misterioso; el perfume que llevaba le producía cierta repulsión; su descaro y aparente seguridad en sí misma la atemorizaban. Después de una semana de convivencia comenzó a sentirse como una prisionera en su propia casa. Amanecía muy nerviosa, débil e intranquila. Además, la fragancia que emanaba del cuerpo de su nueva huésped, consecuencia de la extraña loción que seguramente se aplicaba dos o tres veces al día, le resultaba insoportable y le producía una especie de somnolencia hipnótica.  El día que descubrió las runas tatuadas en la cara interna del antebrazo de la joven, sintió una quemazón interior que casi la derribó. Estaba segura de que en su ausencia examinaba toda la casa buscando, indagando e impregnándolo todo con ese insufrible aroma. En ocasiones, escuchaba murmullos ininteligibles que salían de la estancia de la inquilina, lo que le ocasionaba un dolor en las entrañas de tal magnitud que incluso le impedía gritar. Sin duda habría sucumbido de no haber sido por el inexplicable descuido que cometió su más que presumible asesina, al no renovar ante la puerta, como cada noche, un harinoso polvo que la mantenía  protegida en su dormitorio durante las horas de sueño. Con recobrada vitalidad, se dirigió hacia la alcoba de su enemiga. Entró con sigilo felino y cerró la puerta tras de sí.

Tres horas después, en plena madrugada, una mujer de mediana edad abandonaba la ciudad mientras los bomberos trataban de extinguir unas infernales llamas que devoraban un apartamento. En el maletero del coche, un pequeño estuche atesoraba un joven corazón que aún emitía lánguidos y espaciados latidos. Sin duda, la última presa había sido con creces la más difícil y por tanto la más valiosa. Se detuvo en un café de carretera para redactar un nuevo anuncio: “Se ofrece habitación a chica joven con derecho a cocina.”

miércoles, 5 de octubre de 2011

La niña de sus ojos


Maridaje musical: "Unchained Melody" (Theme from Ghost) enlace youtube



Desde que se produjo la irreparable pérdida se sentía enormemente vacío e inútil. Su mundo, ya de por sí sombrío, se había quedado en tinieblas. La mayor parte del día lo pasaba tendido en una cama cuyo aspecto se parecía a un lecho de alimaña, donde los restos de comida y las manchas causadas por fluidos corporales construían un hediondo estampado en lo que antaño eran sábanas blancas. Las ventanas y persianas del piso estaban herméticamente cerradas, opacas ante los rayos de luz que intentaban en vano colarse por las escasas rendijas. Subsistía por inercia en aquella inhóspita y oscura madriguera desde que ella había desaparecido de su vida de manera tan repentina como inesperada.  Era literalmente la niña de sus ojos; su faro en la vida; la fiel guía de todos sus movimientos; la  respuesta ante las dificultades a las que se enfrentaba en las tareas cotidianas. El día en que la enterró con sus propias manos  se prometió firmemente enclaustrarse en casa hasta que la mismísima muerte viniese a visitarle. Tendría tiempo suficiente para mirarla fijamente a sus cuencas vacías, pedirle explicaciones y tratar de borrarle su perenne y macabra sonrisa.

    Unos ladridos familiares quebraron el tétrico silencio. Sin saber si estaba viviendo un sueño, se desplazó lo más rápido que pudo hacia la puerta principal. Al abrirla comprobó, con los cuatro sentidos que poseía, que su fiel perra lazarillo había encontrado la manera de volver en su busca. Indescriptiblemente feliz, procedió a agarrarse al arnés que ella le ofrecía y se dejó guiar, como siempre había hecho.

   El conductor del autobús nocturno no tuvo tiempo de esquivar a un viejo harapiento que ingresó repentinamente en la calzada con el brazo derecho ligeramente estirado, como si una invisible fuerza tirase de él. En uno de los costados del urbano, una conocida línea aérea se anunciaba con un eslogan que rezaba: “Te conducimos al cielo.”