viernes, 25 de noviembre de 2011

Insensato dilema

Maridaje musical: "The show must go on" (Queen)

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Era el mejor en su trabajo y tenía una enorme reputación tanto entre sus compañeros como entre sus subordinados. Habían sido requeridos sus servicios en innumerables ocasiones y nunca titubeó ni un solo instante, acudiendo solícito a dichos requerimientos para solventar con éxito las extremas situaciones a las que se vio enfrentado. Un artificiero no se puede permitir el lujo de dudar cuando de su pericia depende la vida de terceras personas, inocentes y a menudo ignorantes del peligro en el que se encuentran.

      Aquella mañana, una llamada telefónica le iba a cambiar su percepción del mundo, aunque él aún no era consciente de ello. Su presencia era necesaria en la sede de Naciones Unidas, pues se había recibido un aviso de bomba cuya explosión estaba prevista en tan solo una hora. Además, el terrorista había informado de que sería inútil intentar la evacuación del edificio, ya que había colocado sensores en las puertas de salida del mismo que adelantarían el fatídico desenlace en cuanto se produjese la menor apertura. En el día elegido se celebraba una cumbre mundial con la presencia de los principales Jefes de Estado de los países denominados “desarrollados.” No se enunció ninguna exigencia a cambio de la vida de los líderes mundiales. La suerte estaba echada. ¿Por qué entonces se había tenido la “deferencia” de avisar? Nuestro protagonista sabía muy bien la respuesta: El violento respondía al perfil de fanático con deseos de grandeza y disfrutaba con el pánico y nerviosismo general de los momentos previos, tanto o más que con el inevitable final.

      Con el objetivo de eludir precisamente ese pretendido descontrol fruto del miedo, no se informó a los protagonistas de la cumbre del peligro de muerte que corrían. Tan sólo los altos cargos del Departamento de Seguridad del Estado, el encargado de intentar la desactivación y su ayudante eran conocedores de la situación. Tras practicar un pequeño butrón en una de las paredes posteriores del inmueble, el binomio humano ingresó en la sala donde se encontraba el artefacto. Se trataba de una tétrica obra de arte dispuesta a producir una hemorragia de muerte y destrucción que sin duda traería consigo un nuevo orden mundial. Este hecho no le fue ajeno al experto artificiero. Meditó sobre las consecuencias que presumiblemente estaban a punto de producirse tras el más infausto de los desenlaces. Reflexionó sobre su vida, en la que su único amor era su trabajo, al que se dedicaba en cuerpo y alma hasta el punto de que nunca se había decidido a formar una familia debido a la alta probabilidad de dejarla desamparada en cualquier momento. Trató de ponerse en el lugar del asesino de masas intentando averiguar las razones que le habrían llevado a planear tamaño magnicidio. La vida de los dominadores del mundo estaba en sus manos y dependía de su habilidad para evitar la detonación. Tuvo más dudas que nunca sobre qué cables seccionar. Quedaban sólo unos pocos segundos y no podía quedarse quieto e impasible. Quizá si estuviese sólo podría permitírselo, pero no en presencia de su ayudante. Tenía una reputación que debía mantener hasta el final. Era preferible la equivocación a la inhibición. En el último momento lo tuvo absolutamente claro y tomó una decisión. Apenas una décima de segundo después de su acción, comprendió que por primera vez había elegido la opción equivocada.

      Cuando al día siguiente era condecorado por su nuevo “éxito” al “indultar” a los amos del planeta de su programada destrucción, las lágrimas corrían por sus mejillas. Eso le hacía parecer más humano a los ojos de la multitud que contemplaba la escena. Lo que ellos no sabían era que ese llanto no provenía de la emoción, sino de la rabia y desesperación por la oportunidad perdida.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Imaginación y realidad

Maridaje musical: "Wish you were here" (Pink Floyd) enlace youtube



Lo último que vi fue un resplandor de luces blancas que me deslumbró mientras conducía. Después, de improviso, me encontré en una habitación de hospital. A los pies de la cama en la que estaba tendido, una mujer a la que no conocía emitió un grito estridente acompañado de una mueca de alegría que de inmediato se tornó en descontrolado llanto. Una estampida de hombres y mujeres con bata blanca irrumpió en la sala para examinarme con todo detenimiento. Yo me encontraba perfectamente, sin ningún tipo de dolor, ni una mínima molestia. Sin embargo no permitieron que me incorporase hasta que terminaron con su absurdo e innecesario chequeo. Luego me dijeron que había sufrido un grave accidente que me sumió en un estado de coma profundo durante dos largos años. Me presentaron a la chica del alarido como mi esposa y sin apenas tiempo para asimilar la situación, me sentí asignado a una familia totalmente ajena.

Mis presuntos hijos son muy cariñosos conmigo y me hablan de lo mucho que he jugado con ellos; mis suegros son encantadores y se sienten sinceramente felices de tenerme de vuelta; mi mujer se preocupa continuamente de mí, tratando de abrir la espita que encierra mis recuerdos con la esperanza de que se produzca un pequeño goteo que desencadene en torrente para inundar mi mente con la información perdida. Pero tengo la sensación de que mi problema no es de amnesia. Al despertar, mi cerebro no era una tabla rasa, sino que contenía multitud de estampas y vivencias muy fuertemente grabadas que ahora compiten con las nuevas sensaciones que estoy experimentando. Añoro enormemente una esposa perdida, unos hijos y una familia que no tiene ningún parecido con la que convivo día tras día. Los que dicen ser mis padres no me inspiran el cariño que uno debe sentir por sus progenitores. Además el recuerdo que tengo de ellos es que fallecieron hace algunos años. Todos tratan de arroparme, de tranquilizarme en estos momentos difíciles. Les estoy enormemente agradecido por ello pero he de confesar que no soy feliz. Quizá me estoy volviendo loco, pues hace días que giran en mi cabeza dos inquietantes preguntas en constante disyuntiva: ¿Fue mi mente capaz de crear toda una vida ficticia durante el proceso comatoso que supuestamente he padecido? Por el contrario ¿Podría estar precisamente en estos momentos en un estado de inconsciencia fruto de algún percance y ser mi vida actual pura invención del intelecto?  Tomo partido por esta segunda posibilidad atendiendo a mi postrero recuerdo antes de abrir los ojos en aquel hospital. La necesidad de volver a ver a la que yo percibo como mi auténtica familia me ha llevado a tomar una determinación: acabo de registrarme en un hotel y me dispongo a ingerir una importante cantidad de barbitúricos creyendo firmemente que me devolverán al mundo real.

Me despierto en mi cama. Reconozco perfectamente la estancia. Aunque es plena madrugada, salgo afuera para respirar aire puro. El lugar me es completamente conocido y me invade una gran alegría. Me desboco durante horas, gritando y corriendo descalzo por los prados nevados de mi pueblo sin sentir frío alguno. Vuelvo a casa al amanecer y entro repentinamente en la cocina. Contemplo a mi verdadera y añorada esposa con algún año más a sus espaldas. Le sonrío e inició un proyecto de carrera para engullir con rapidez la distancia que nos separa y abrazarla por fin. Ella está sentada a la mesa con la cabeza orientada hacia mí, aunque parece ignorarme.  A medida que me voy acercando  constato que tiene la mirada perdida y los ojos enrojecidos. La llamo pero no reacciona. De la habitación del fondo salen mis amigos de la infancia con una expresión de inmensa tristeza. Mis hijos, otrora niños y  hoy adolescentes, no pueden reprimir su llanto. Detrás, las únicas personas que se percatan de mi presencia son mis padres, que me sonríen con complacencia y resignación, haciéndome señas para que les siga.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Carta de despedida dirigida a su propio asesino

Maridaje musical: "The Godfather finale" (Nino Rota)



En estos momentos en los que está a punto de consumarse mi muerte y desaparición, me dirijo a ti tomando por primera y única vez la iniciativa, en lugar de adoptar el papel de completo servilismo que he venido representando desde el primer día. He sido tu fiel servidor durante los últimos diez años. En todo ese tiempo jamás he discutido ninguna de las órdenes que recibí de tu persona, sino que simplemente me limité a cumplirlas sin preguntar. He hecho de perfecto secretario sin que se me olvidase recordarte las citas importantes: Reuniones con altos cargos, comidas con destacados personajes del hampa e incluso  cumpleaños de tus hijos, esposa y amantes. Soy el guardián de multitud de secretos inconfesables que sólo tú y yo conocemos y que nunca osaría revelar sin tu consentimiento. He llevado al día todas tus actividades económicas, dándoles una apariencia legal cuando la realidad es que despiden un aroma putrefacto. He recibido incontables ataques aunque jamás han conseguido sacarme información que pudiese comprometerte, a pesar de que poseo datos cuyo conocimiento público desencadenaría tu inmediata prisión durante un buen puñado de años. Me he erigido en herramienta imprescindible para indagar en los trapos sucios de tus enemigos, como prólogo de arriesgadas operaciones que te han proporcionado jugosos beneficios. Sabes perfectamente que mi lealtad hacia ti es incorruptible, que nunca te he pedido nada a cambio de ella y a pesar de todo hoy has decidido acabar conmigo porque consideras que ya estoy viejo y no sirvo para llevar tus asuntos. Tu gratitud después de todos mis servicios consiste en ordenar mi destrucción. Ahí, sentado en tu despacho, en presencia de mi substituto, sólo has tenido que mover un dedo para que se iniciase la cuenta atrás de mi lobotomización. Como última demostración de mi fidelidad y nobleza no intentaré huir ni difundiré a los cuatro vientos todas tus mafiosas actividades, sino que esperaré estoicamente la finalización del proceso de formateo de mi disco duro como epílogo de mi existencia.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Velando por su futuro

Maridaje musical: "Who wants to live forever" (Queen) enlace youtube



Dicen que en los instantes inmediatamente anteriores al óbito, toda nuestra vida discurre ante nuestros ojos. Él no estaba ni  siquiera cercano a la fecha de su muerte; sin embargo ésta había pasado justo a su lado hacía sólo un puñado de segundos, para llevarse el alma de la joven cuyo cadáver yacía a sus pies.  Allí plantado, ausente y petrificado ante la visión de la fotografía que la muchacha le había entregado con sus últimas fuerzas, repasó toda su difusa existencia e iluminó las sombras que ésta poseía, gracias a la imagen acogida en sus manos.

      Su padre murió cuando él apenas había cumplido un año y los recuerdos paternales se habían evaporado de su memoria. Su madre tampoco le había prestado gran atención durante los primeros años de su infancia, pues siempre se encontraba demasiado ocupada con sus investigaciones. No tuvo tiempo de saber con exactitud a qué se dedicaba ya que nunca le contó las actividades que realizaba en su laboratorio. En esa época el mejor momento del día era el primero, cuando ella le despertaba con un beso antes de partir apresuradamente para impartir docencia en la Facultad de Ciencias o para encerrarse voluntariamente en su prisión, dejándole a él encarcelado afuera.

Todo cambió drásticamente un día en que la caricia materna matutina vino acompañada de una promesa de compensación por  el hambre de cariño que había padecido. A partir de ese momento transcurrieron dos años maravillosos en los que disfrutaron recíprocamente el uno de la otra. Ella nunca se apartaba de su amado retoño. Le agasajaba con peculiares y extraordinarios regalos, fundamentalmente juguetes; la mayoría se ponían de moda algún tiempo después de que él los hubiese recibido. Las pocas veces en las que madre e hijo se separaban, ella estaba ausente apenas unos instantes y sin embargo en ocasiones regresaba incoherentemente agotada. Él era un niño feliz sintiéndose por fin amado y teniendo una verdadera madre que velaba por su presente y por su futuro.

Tras esos dos años de felicidad y cuando sólo contaba con ocho primaveras, su vida sufrió de nuevo un cambio de rumbo radical al producirse la repentina desaparición de su sustento, guía y motor. La búsqueda se abandonó tras diez años de estériles investigaciones. A pesar de su temprana edad, fue capaz de recuperase de semejante trauma y podría decirse que su vida posterior discurrió de forma razonablemente normal hasta hoy, tres décadas después del fatídico día de la desaparición. Sintiéndose vigilado mientras desayunaba en la cafetería habitual, volvió la cabeza para quedarse sobrecogido ante la visión de una joven con el rostro de su madre, tal como era treinta años atrás. Ella emprendió la huida al verse inoportunamente descubierta y fue alcanzada por una motocicleta, golpeándose posteriormente la cabeza al aterrizar contra el bordillo de la acera que acababa de abandonar. Él llegó a su lado en macabra sincronía con el impacto mortal, para ser testigo de cómo la joven con el rostro materno se llevaba la mano temblorosa al bolsillo, para sacarla a continuación portando una foto que le tendió espasmódicamente, con una tierna mirada de amor. En la instantánea, su propia madre, con aspecto idéntico al cuerpo sin vida que tenía ante sí, posaba sonriente y orgullosa junto a una estatua: era la premonitoria imagen de sí mismo entrado en años. A los pies del monumento estaba grabado su propio nombre y dos fechas: una era la del año de su nacimiento; la otra estaba intencionadamente tapada por la mano materna. Entonces todo lo vio claro y aquél irreparable accidente justificaba el hondo vacío producido en el presente y sufrido en el pasado. En ese momento nació en él un nuevo objetivo cuya consecución sólo era cuestión de tiempo: Conocer qué le habría de hacer merecedor de una estatua erigida en su memoria.