viernes, 24 de febrero de 2012

Amistad traicionada

Maridaje musical: Cello suite nº 1 en G Major, BWV : Prélude (Johann Sebastian Bach)



Subió las escaleras a una velocidad endiablada; llamándola desesperadamente. Era tal su ansiedad por llegar, que en un par de ocasiones adelantó ambos pies al unísono y a punto estuvo de dar con sus huesos en las duras baldosas que pétreamente forraban los escalones. Al llegar ante la puerta del apartamento no era capaz de acertar con la llave adecuada. Abrió por fin y corrió por el largo pasillo gritando su nombre. Pasó por todas las estancias de la casa sin encontrarla, hasta que se detuvo en seco ante la puerta del baño. Estaba cerrada, pero dejaba escapar un débil halo luminoso por debajo, presagio de la tragedia que se presentía al otro lado. Giró, temeroso, el pomo y entró con sigilo. Sumergida hasta el cuello en una solución sanguínea estaba el amor de su vida. Presentaba una apariencia tranquila, como si la muerte, más que sorprenderla, la hubiese invitado a descansar en su regazo. Entonces metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y extrajo la carta que le había traído hasta allí con la vana esperanza de poder llegar a tiempo. La leyó de nuevo tras desplomarse como una marioneta a la que le cortan los hilos; con las piernas anudadas y la espalda torpemente apoyada contra los aturquesados baldosines que cubrían las paredes:

Nuestro primer contacto se produjo cuando ambos éramos tan solo unos niños. Fue algo repentino e inesperado. Estabas aburrido y comenzaste a hablarme, invitándome a jugar contigo. Nos divertimos juntos en el jardín durante toda la tarde, mientras tu madre estaba demasiado ocupada preparando la cena navideña y tu padre se encontraba trabajando. Desde aquel primer encuentro nos citábamos a escondidas a diario para experimentar juntos todo tipo de aventuras fruto de tu gran imaginación y fantasía. Cuando nos cansábamos, nos metíamos en casa para proseguir con nuestro entretenimiento mediante alguno de los muchos juegos de tablero que poseías. Las tardes lluviosas las pasábamos en la cabaña anexa, morada de los aperos de jardinería propiedad de tu padre. Fue allí donde él nos sorprendió por primera vez, esbozando una pequeña sonrisa antes de dar media vuelta tras tomar una azada. Ese suceso te animó a hablarle de mí a tu madre, que me aceptó con toda naturalidad, llegando incluso a poner un plato más a la mesa en alguna de las íntimas comidas familiares. Desconozco cuál fue la razón, pero lo cierto es que un buen día nuestra férrea amistad dejó de ser bien recibida por tus progenitores y trataron por todos los medios de separarnos. Poco a poco te fuiste distanciando, dejando de demandar mi compañía y terminaste por ignorarme completamente. En un primer momento asumí tu pérdida con gran desolación pero hace unos días he decidido que tu traición no puede quedar impune y me he propuesto hacerte ver que continúo muy presente en tu vida aunque tú siempre me hayas presentado como el “amigo invisible.” Esta mañana me he citado con tu querida novia y me propongo darte un buen escarmiento en sus propias carnes. No te librarás de mí tan fácilmente….”

     Volvió a guardar el escrito y se puso en pie, aturdido, con el gesto inexpresivo. Ni siquiera tenía empuje para derramar las lágrimas embalsadas en sus párpados inferiores.  Se dirigió al salón y descolgó el teléfono para marcar a continuación el número de la policía. Mientras esperaba la llegada de los agentes repasó una vez más el mensaje de su “querido” amigo, al cual le había prestado su propio puño y letra para que pudiese escribirlo.

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