Entró titubeante en la sala, pues no estaba segura de si conocería a alguien. Sin embargo a ella todos la conocían. Sintió una punzada al recordar el día en el que abandonó el pueblo con la promesa de no volver jamás, que hoy había sido quebrada por una buena razón. Al bajarse del coche a las puertas del tanatorio, varias personas se acercaron para pedirle autógrafos a pesar del clima de dolor, luto y aflicción que se respira normalmente en esos parajes. Sin mostrar su rostro, parcialmente cubierto por unas gafas de sol, fue tramitando mecánicamente los requerimientos de sus atrevidos fans mientras se dirigía a la habitación en la que ahora se encontraba. Tras la mampara acristalada, reposaba su amor de juventud; la primera y única persona a la que verdaderamente había amado.
Su
mayor ilusión desde muy pequeña había sido alcanzar el estrellato convirtiéndose
en una actriz de renombre. Tenía un enorme talento innato que no pasó
desapercibido, pero no se atrevía a dejar a sus padres para iniciar una más que prometedora carrera escénica. Después, al encontrar a su alma gemela,
surgió otro lazo más fuerte que la mantuvo anclada a sus orígenes y
la hizo renunciar a su sueño por la que consideró la mejor de las razones: el
amor correspondido. Aunque era sobradamente feliz, a veces se sentía un poco
apagada por dentro y daba rienda suelta a su imaginación, viéndose triunfar en
los mejores festivales de cine del mundo. Esos secretos momentos de leve abatimiento
los soportaba con resignación. Estaba firmemente decidida a compartir su
existencia con el hombre de su vida,
siendo su fiel compañera y partícipe en la regencia del vetusto negocio familiar que iba por la
tercera generación desde que fuera fundado.
Ya
se había fijado la fecha de la boda cuando dos acontecimientos concurrieron para dar un vuelco a todas sus expectativas de futuro. El mismo día en que su querida madre, viuda desde hacía varios años, la dejó para siempre, su prometido le confesó una supuesta infidelidad. Era tal su enamoramiento que incluso en esos
momentos de absoluta desolación estaba dispuesta a perdonarlo. No obstante la sentencia a muerte de su
relación atronó en su interior cuando él declaró, bajando la cabeza y sin poder contener las
lágrimas, que ya no la amaba. Ahí se derrumbaron al unísono todos los pilares
que sustentaban su ser, quedando atrapada su alma entre los
escombros. Ni siquiera tuvo fuerzas para
llorar y sin decir una sola palabra le acarició el rostro por última vez, besándolo
tiernamente con los ojos en la más amarga de las despedidas. Después, se alejó
sin siquiera equipaje, emocionalmente desnuda, despojándose de todo recuerdo relacionado con el
lugar del que huía despavorida.
Retomar
olvidadas aspiraciones fue su tabla de salvación. Construyó una nueva vida forrada de fama y éxito; disfrutó del
afecto del público y el tiempo la convenció de que había salido ganando con el
cambio. Hoy que su carrera se acercaba a su fin, podía mirar hacia atrás con
satisfacción por todos los premios y reconocimientos acumulados.
Al
encontrarse a los pies del ataúd, se quedó absorta sintiendo que aún poseía
pequeños y finos hilos afectivos que se iban uniendo para formar cabos más
gruesos que le atenazaban el corazón. Una mano masculina sobre su hombro la
devolvió a la realidad. El hombre, que se presentó como el abogado del
fallecido, era el responsable de que ella se hubiese enterado de la noticia. Tras la breve presentación le tendió un sobre
y desapareció sin concederle posibilidad de réplica. Por un momento pensó en
deshacerse del obsequio pero pudo más la curiosidad y al abrirlo descubrió una
llave acompañada de una pequeña nota con el siguiente mensaje:
-
“Hice mío tu sueño cuando tú lo apartaste y nunca
me habría perdonado el crimen de privar al mundo de tu talento”
Debajo, unas precisas
instrucciones la condujeron frente a una cerradura que aguardaba impaciente. Al
abrir la puerta quedó al descubierto una especie de santuario plagado de objetos personales de gran significado y empapelado con
posters, recortes de periódicos y portadas de revistas de cine. En todas las
imágenes, la principal protagonista mostraba una alegre y encantadora sonrisa. Era
la misma mujer que ahora caía de rodillas en el medio de la estancia, disolviéndose
en su propio llanto.
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