Me enseñaron que el verbo llover
no se conjuga, pero no es cierto. Yo, tengo días nublados en los que finalmente lluevo.
Siempre
me pareció irresistible cuando duerme. Incluso ahora, me resulta muy difícil
contenerme y no abalanzarme sobre él para abrazarlo y fundirnos en uno. La
mitad de mi vida le pertenece.
Nos
conocimos en nuestra época de becarios universitarios. Hacíamos sendos doctorados
en Ciencias Matemáticas y siempre coincidíamos en la cafetería de la facultad. Llegase a la hora que llegase, allí estaba él. Compartíamos una cerveza, bebida a morro, mientras nos observábamos sin emitir una palabra. Era como si
mutuamente nos leyésemos el pensamiento. En aquella época decidí que nuestro
primer hijo se llamaría “Heineken”.
Un día me reveló la mejor
definición del amor que he oído nunca:
“El amor es la resolución de un teorema, dadas dos hipótesis
complementarias que verifican una condición necesaria y suficiente”
Eso terminó de enamorarme.
Al
cabo de unos meses llegaron los “no pasa nada” y los “no me importa”, traídos por
mi propia boca. Más tarde me di cuenta de que detrás de un “no pasa nada” hay
algo que sí sucede y detrás de un “no me importa” hay algo que sí afecta. Sin
embargo esperé, confiada, a que todo cambiase. Pero nada cambió. Si siempre
estás esperando, acabas por perder toda esperanza. La espera pasiva no es más
que una forma de alargar la mano hacia la muerte. He comprendido que en una
relación, el peso ha de llevarse de manera equilibrada para que funcione. Es como
una cuerda que ha de mantenerse tensa. Si se tira sólo de uno de los cabos, por
mucha fuerza y empeño que se ponga no se conseguirá. He descubierto que, al
contrario que con la ropa, cuando las relaciones se rompen por desgaste de sus
costuras, tienen peor arreglo que si les sobreviene un siete debido a un
inoportuno enganchón.
Pensé que el futuro, por sí sólo, volvería a encauzar nuestras vidas; deseaba
alcanzar el mañana, sin saber que para eso es imprescindible haber llegado ayer
al hoy. Así pues, sistemáticamente arribaba al mañana con un día de retraso.
Entonces puse en una balanza su vida y la mía sin poder decantarme por ninguna
de las dos. No logré decidir qué era lo justo y me convencí de que
hiciese lo que hiciese, perdería yo.
Cada
vez que llego a este punto doy marcha atrás a pesar de conocer con exactitud
cuál es el camino correcto. Cada instante es un punto de partida. No me importa
cometer de nuevo un error, pues muchos de mis tesoros han aparecido a base de
tropezar varias veces en la misma piedra. Todos los logros los he conseguido
siempre en el último intento. No voy a darme por vencida. Hasta la perla más
valiosa comenzó siendo un insignificante grano de arena. Le haré regresar;
coger el camino de vuelta. Le ayudaré a ser el que era aunque eso signifique la muerte.
Aún lo creo posible; todavía confío en ello a pesar de todo. Al fin y al cabo, ¿qué
es el amor sin la necesaria confianza en alguien como para perdonar hoy su
futuro? Yo todavía la tengo y el presente ya se lo he perdonado hace mucho
tiempo. Hemos compartido toda una vida, dividiendo cada instante en dos partes
iguales y complementarias. Me siento tan ligada a él, que a veces tengo la
sensación de que somos la misma persona.
"Yo, tengo días nublados en los que finalmente lluevo."
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