sábado, 14 de junio de 2014

Conflicto de identidades

Maridaje musical: "Piensa en mí" (Chavela Vargas) Enlace youtube




Me enseñaron que el verbo llover no se conjuga, pero no es cierto. Yo, tengo días nublados en los que finalmente lluevo.

                Siempre me pareció irresistible cuando duerme. Incluso ahora, me resulta muy difícil contenerme y no abalanzarme sobre él para abrazarlo y fundirnos en uno. La mitad de mi vida le pertenece.

                Nos conocimos en nuestra época de becarios universitarios. Hacíamos sendos doctorados en Ciencias Matemáticas y siempre coincidíamos en la cafetería de la facultad. Llegase a la hora que llegase, allí estaba él. Compartíamos una cerveza, bebida a morro, mientras nos observábamos sin emitir una palabra. Era como si mutuamente nos leyésemos el pensamiento. En aquella época decidí que nuestro primer hijo se llamaría “Heineken”. 

Un día me reveló la mejor definición del amor que he oído nunca: 

El amor es la resolución de un teorema, dadas dos hipótesis complementarias que verifican una condición necesaria y suficiente

Eso terminó de enamorarme.

                Al cabo de unos meses llegaron los “no pasa nada” y los “no me importa”, traídos por mi propia boca. Más tarde me di cuenta de que detrás de un “no pasa nada” hay algo que sí sucede y detrás de un “no me importa” hay algo que sí afecta. Sin embargo esperé, confiada, a que todo cambiase. Pero nada cambió. Si siempre estás esperando, acabas por perder toda esperanza. La espera pasiva no es más que una forma de alargar la mano hacia la muerte. He comprendido que en una relación, el peso ha de llevarse de manera equilibrada para que funcione. Es como una cuerda que ha de mantenerse tensa. Si se tira sólo de uno de los cabos, por mucha fuerza y empeño que se ponga no se conseguirá. He descubierto que, al contrario que con la ropa, cuando las relaciones se rompen por desgaste de sus costuras, tienen peor arreglo que si les sobreviene un siete debido a un inoportuno enganchón.

        Pensé que el futuro, por sí sólo, volvería a encauzar nuestras vidas; deseaba alcanzar el mañana, sin saber que para eso es imprescindible haber llegado ayer al hoy. Así pues, sistemáticamente arribaba al mañana con un día de retraso. Entonces puse en una balanza su vida y la mía sin poder decantarme por ninguna de las dos. No logré decidir qué era lo justo y me convencí de que hiciese lo que hiciese, perdería yo.

            Cada vez que llego a este punto doy marcha atrás a pesar de conocer con exactitud cuál es el camino correcto. Cada instante es un punto de partida. No me importa cometer de nuevo un error, pues muchos de mis tesoros han aparecido a base de tropezar varias veces en la misma piedra. Todos los logros los he conseguido siempre en el último intento. No voy a darme por vencida. Hasta la perla más valiosa comenzó siendo un insignificante grano de arena. Le haré regresar; coger el camino de vuelta. Le ayudaré a ser el que era aunque eso signifique la muerte. Aún lo creo posible; todavía confío en ello a pesar de todo. Al fin y al cabo, ¿qué es el amor sin la necesaria confianza en alguien como para perdonar hoy su futuro? Yo todavía la tengo y el presente ya se lo he perdonado hace mucho tiempo. Hemos compartido toda una vida, dividiendo cada instante en dos partes iguales y complementarias. Me siento tan ligada a él, que a veces tengo la sensación de que somos la misma persona.

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