Mi corazón quedó enganchado en
tus pupilas la primera vez que cruzamos nuestras miradas. Fue durante una
emotiva conversación desprovista de fonemas. Noté el pinchazo muy claramente y
traté de huir, creyendo que sería lo más sensato, convencido de que nuestro
amor no era posible. Según me separaba sentía un cosquilleo en la parte
izquierda de mi pecho, como una débil caricia aplicada con un diminuto dedo;
apenas un ligero roce. Me alejé
aún con mayor rapidez, obsesionado por poner cada vez más distancia entre
nosotros. Ayer, esa suave caricia se ha transformado en un enorme vacío. El
corazón se me ha ido deshilachando durante el trayecto. Hoy estoy decidido a
volver, siguiendo ese delicado filamento que me llevará de regreso a tus ojos.
Sólo tú sabrás tejerlo de nuevo.