domingo, 18 de mayo de 2014

La fuente de los deseos

Maridaje musical: "My Coloring book" (Barbra Streisand) enlace youtube




Milena era una niña muy diferente a las otras niñas del colegio. A Milena, lo que más le gustaba era leer. Se pasaba los recreos sentada en un rincón del patio devorando el librito que tuviese entre manos, mientras sus compañeros jugaban y alborotaban por doquier. Su imaginación no tenía límites, quizá por eso también le encantaba el teatro. Estaba en el grupo de teatro del colegio y su gran ilusión era convertirse en una actriz famosa. Cuando algún familiar le preguntaba qué quería ser de mayor, Milena, poniendo una amplia sonrisa, siempre respondía:

-          ¡Quiero ser una gran actriz! 

Su cuento favorito era “Aladino y la lámpara maravillosa”. Tenía muy claro lo que ella haría si se le  presentase un genio y le ofreciese cumplir sus deseos. Su lista sería interminable y en caso de que el genio sólo tuviese a bien concederle tres, tenía la trampa perfecta para que nunca pudiese librarse de ella. Cuando llegase el momento de pedir el tercero diría:

-          Mi tercer deseo es… poder pedir otros tres deseos más

Y con este ardid aplicado sucesivamente, Milena tendría asegurados deseos para toda la vida.

                Cuando iba con sus padres a visitar a los abuelos, Milena apenas perdía tiempo saludándolos y subía disparada hacia el desván de la casa. Le encantaba ese lugar, lleno de trastos, muebles viejos, ropa, juguetes, libros… Se pasaba toda la tarde allí encerrada, investigando y jugando con su imaginación.

                Un día, al sacar uno de los libros de una de las estanterías superiores, observó que detrás había algo. Retiró más libros y quedó al descubierto un cofrecito lleno de inscripciones ininteligibles. Lo tomó en sus manos para verlo más de cerca y cuando quiso abrirlo observó que no tenía ningún tipo de cerradura a la vista. Eso intrigó mucho a Milena, que se afanó para buscar la forma de abrir el cofre y no paró hasta ver un diminuto saliente en un lateral. Pasó su dedo por encima y de inmediato, como si fuese un resorte, la tapa se abrió, apareciendo un ser de un tono azulado, con toques verdes y amarillos.

-          ¿Quién eres? – preguntó Milena un tanto asustada.

-          Soy el genio del cofre – le contestó la extraña figura.

-          ¡Qué bien!, ¡Un genio! ¿Cuántos deseos me vas a conceder?

-          Querida niña, yo no concedo deseos.

-          ¿Qué no concedes deseos?  Eso no puede ser. Todos los genios conceden deseos. 

-          ¡Pues yo no!  No soy tan vulgar.

-          Entonces… ¿Qué clase de genio eres? – le preguntó Milena un tanto enfadada.

-          Yo, sólo formulo deseos. Buenos deseos, para que mis amos, en este caso tú, luchen por conseguir que se cumplan. – Le dijo el genio en tono afectuoso.

-          ¿Así que eres tú el que me va a pedir deseos a mí?

-          Así es. Todos los que quieras.

-          Vaya suerte la mía. Toda la vida esperando un momento así para conseguir todos mis deseos y resulta que me encuentro con un fraude de genio que no los concede. 

-          Pero tú puedes conseguir todo lo que desees.

-          ¿Sí?, pues ya me dirás cómo, porque como tenga que esperar por tu ayuda…

-          ¿Cómo te llamas? – preguntó el Genio.

-          Milena. Me llamo, Milena

-          Pues mira Milena, ¿qué harías si yo fuese  uno de esos genios que tú anhelas?

-          ¡Uf! Le pediría todos los deseos que quisiese y aun más. Estaría continuamente pidiendo y pidiendo.

-          Tú lo has dicho. Has dado en el clavo. Estarías siempre pidiendo deseo tras deseo. ¿Tú crees que serías feliz? ¿Te parece que vivirías bien?

-          A pesar de ser un genio, pareces un poco torpe - ¡Claro que sería feliz! ¡Tendría absolutamente todo lo que quisiera!

-          En efecto. Así sería. Y después  ¿qué? – dijo el genio.

-          ¿Después de qué? – respondió Milena con una pregunta

-          Pues después de tenerlo todo sin ningún esfuerzo. ¿Qué harías?

-          Pues… no sé. ¿Pedir más deseos?

-          Tú misma has dicho que tendrías todo. ¿Qué más vas a pedir? No tendrías nada por lo que pelear. Todo se te habría dado sin ningún esfuerzo por tu parte. Carecerías de vivencias, de las dificultades para cumplir tus sueños, de las inseguridades que aparecen ante los retos, de los sinsabores que dan los reveses y de las enormes satisfacciones ante los sueños cumplidos. En definitiva, estarías desprovista de vida y tu existencia quedaría reducida a una simple colección de deseos concedidos gratuitamente.

Milena, se quedó petrificada ante el razonamiento del Genio y dijo

-          Es posible que tengas razón. Una vez que no se me ocurriese nada nuevo que pedir, seguramente me aburriría. Entonces… ¿Qué tengo que hacer?

-          Pues no mucho – dijo el genio-  Yo puedo proporcionarte un montón de fórmulas, sueños, buenos sentimientos, consejos y muchas más cosas que te ayudarán a cumplir todos tus deseos. Que te permitirán vivir intensamente y…

El ruido despertó a Milena, que se había dormido en la mecedora del desván mientras leía un pequeño libro.

-          ¡Qué sueño más raro he tenido!, se dijo mientras se dirigía a devolver el libro a su lugar. 

Cuando lo iba a situar en la estantería, se quedó paralizada, con ojos y boca muy abiertos. ¡Allí estaba el cofre de su sueño! Sólo que ahora sí tenía una pequeña cerradura que no le fue muy difícil abrir. Dentro, había un montón de papelitos doblados, cubiertos por la siguiente nota:

Hola Milena. Aquí te dejo una buena colección para que vayas empezando. Disfruta cada uno de ellos con intensidad y recuerda que la forma de conseguirlos es invocando al genio que llevas dentro de ti.”

sábado, 3 de mayo de 2014

Destello privado

Maridaje musical: It's only a paper moon (Ella Fitzgerald) enlace youtube




La llevaba puesta al entrar. Yo estaba tomando el café matutino previo al trabajo y no tuve más remedio que mirarla. La luminosidad que irradiaba lo inundaba todo, aunque parecía que sólo yo me daba cuenta. La propietaria de semejante joya pidió un té mientras se acomodaba en la mesa contigua a la mía. Nunca la había visto por el Lord Byron. 

      Extrajo un sobre de su bolso, sacó una carta y comenzó a leerla. Fue entonces cuando se le desprendió, deslizándose con suavidad. Ella no fue consciente de ello. Se levantó bruscamente sin terminarse la infusión y se dirigió a la puerta. Dudé un instante sobre qué actitud adoptar, pero finalmente decidí devolvérsela y antes de que saliese del local le dije:


-             ¡Perdona…!  Se te ha caído esta sonrisa. En tu cara luce mucho más. Nunca la pierdas, pues privarías al mundo de un destello único.